
Me puse a cocinar galletas y cociné demasdiadas, ¿quien se las va a comer?, yo me como una o dos y Fernando no come casi nada de dulce. Se me ocurrió ofrecerlas en el cafecito de la esquina y a la dueña le gustaron y me las compró, y me encargó que le haga cada semana. ¡La estufa empieza a dar resultados!
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